jueves, 5 de diciembre de 2013

La infamia del banquero y su impunidad

Esta es una reseña del importante cambio desarrollado en la Barcelona de mediados del S. XIII, cuando son derogadas las leyes góticas y romanas sobre el intercambio mercantil. Al hilo de esos cambios, se introdujo uno muy completo que afectó de lleno al negocio bancario que involucraba, cómo no podía ser de otra manera, de forma muy personal a la figura del banquero. A continuación reproduzco un extracto desarrollado en el magnífico trabajo del profesor Jesús Huerta del Soto “Dinero, crédito bancario y ciclos económicos”:

“… se estableció que cualquier banquero que quebrase sería declarado infame mediante un vocero público a lo largo de toda la ciudad de Barcelona, siendo castigado a mantenerse con una dieta estricta de pan y agua mientras no devolviera a sus acreedores el importe íntegro de sus depósitos” (1)

Esa mentalidad contextualizada en la sociedad de hace ocho siglos, que puede parecer tosca y burda en base a una comparativa generacional, en ocasiones se torna tan simple y lógica que en verdad hace reflexionar sobre la evolución (o falta) del pensamiento económico, y también humano.

No se ha dado el caso de ningún banquero, precisamente los catalanes tendrían mucho que decir y más aquellos afines a la idea de la territorialidad histórica y la independencia, pedir perdón. Simple y llanamente, perdón. Un lo siento. No como nuestro monarca, sino uno más sentido, público y que de alguna manera se monetizase. 

Los banqueros no han hecho nada ilegal en base al ordenamiento jurídico actual, pese a que es más que evidente la existencia de una flagrante ruptura con el derecho tradicional romano más antiguo desde hace siglos. La banca se ha venido apropiando a lo largo de la historia del dinero del ahorrador a través de depósitos para su uso propio, es decir, para su beneficio particular. La protección mutua dada entre políticos y banqueros es tan evidente que resulta incuestionable cuando se repasan las historias de quiebra bancaria. Las primeras datan en esos siglos de desarrollo al que hacía mención cuando por ejemplo la banca florentina o la más tradicional y reconocida, banca de los Medici, quebraron con patrones casi idénticos.

Insisto en la textualidad de lo que se pensaba hace siglos, los banqueros deberían ser castigados por la quiebra y declarados infames. Hoy pasean sus corbatas rojas, azules, verdes y demás y se jactan de anunciar que la crisis ha acabado.

A.P. Usher, The Early History of Deposit Banking in Mediterranean Europe, ob. Cit., p. 239

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