viernes, 13 de diciembre de 2013

España se niega a cambiar su improductivo modelo y se permite el lujo de despreciar oportunidades como Eurovegas


España ha vuelto a mostrar sus miserias, su falta de miras y, lo más importante, su eterno miedo a cambiar lo que no funciona sólo porque sustenta el enorme y descomunal Estado. Una estructura que sufre elefantiasis. Un Estado construido sobre el barro y que producto de su tamaño y desproporción se hunde sin remedio por falta de capacidad de sus gestores.

Esta introducción tiene que ver con el revés, porque así creo que hay que valorarlo, que supone para España la retirada del proyectoEurovegas. Como siempre sucede en este país, los prejuicios van delante de la sensatez. Lo primero que se vio en el proyecto fue la droga, la prostitución y el crimen organizado, que se dio por sentado acabaría asentándose.

Las mismas voces recalcitrantes de siempre, que son las de la oposición la forme quien la forme (no tengo dudas de que el PP haría lo mismo si gobernase en Madrid y España elPSOE), son las primeras en celebrar la noticia como eran las últimas a la hora de poner interés de verdad en evaluar qué podría suponer realmente una inversión de ese calibre.

Se pierde una oportunidad de recibir real money, es decir, dinero que forme parte de un tejido productivo, que cree riqueza y empleo, que se mantenga y que hasta permita a los recaudadores públicos pasar de su interés impositivo sobre los beneficios del capitalismo a uno que esté más cerca de lo que en verdad debería ser su función social. Se mire como se mire, es dinero que llega para quedarse. El que estamos viendo que llega a España, el de los Gates de turno o los inversores inmobilarios es bienvenido pero no es el que necesita el país para poder hablar de un cambio de modelo.

Para hablar de una recuperación sostenible deberíamos pensar y creer que de verdad el modelo ha cambiado o puede cambiar. Nada de eso sucederá. Se transacciona el mismo activo, el inmobiliario, solo que de otra forma. Antes inflado ahora con descuento. Antes los bancos lo intermediaban ahora se lo quitan de en medio.

Decir que no a proyectos de inversión, legales, válidos y sostenibles, es obrar contra la libertad del empresario, del capital, contra el riesgo de apostar por algo sin recurso a lo público, precisamente por eso, porque lo público siempre cojea del mismo pie, del inmovilismo, de la falta de valentía. En otras palabras, no quiere que nada cambie porque esos cambios en nada le favorecen.

El debate no está en el juego o lo que arrastra, sino que con estos hechos consumados, el necesario y angustioso cambio que a gritos se pide sobre el modelo económico de nuestro país no llega y con ello se pierden oportunidades de crecimiento sostenible, fiable. Hoy soy un poco más pesimista que ayer.

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