jueves, 1 de agosto de 2013

El cambio de opinión más radical que he tenido en cinco años está aquí y se llama Bancos

La introducción para la reflexión que comparto esta semana es muy directa: Desde hace cinco años he venido recomendando estar totalmente desinvertido de banca española, y después de un lustro muy negativo, he llegado a un punto en el que estoy empezando a replantearme esa opinión. Cuando digo totalmente fuera, lo hago aludiendo al sentido más literal posible de la palabra.

Estoy muy lejos, en las antípodas probablemente, de ser un generador de opinión como otros reputados gestores que cuando compran se convierten en market movers. Y además vivo muy cómodo sin tener esa responsabilidad. Pero para los que han escuchado y compartido desde hace tiempo ese análisis conmigo, quizás sí pueda ser relevante decir que hay señales que invitan a pensar que muy probablemente estemos justo en el punto de cambio de ciclo para el sector.

En esta profesión no es fácil cambiar de opinión sobre todo cuando la toma de decisiones está bien fundamentada, es correcta en los cálculos y no es objeto de un calentón sino de una profunda reflexión. En mi caso con los bancos, y desde una perspectiva puramente analítica, está siendo especialmente complicado por la cantidad de -perdón- bullshit que he podido ver en todos estos años.

Que nadie se lleve a engaño. Como siempre he defendido en este espacio, hablar de tiempos pretéritos confiere una ventaja de la que no voy a hacer uso. Por eso lo haré mirando al futuro.

¿Está cambiando realmente algo en la banca?

Yo diría que sí. De entrada, y puede que el cambio más importante esté en la forma de hacer banca, el modelo. Lo que se ha venido haciendo en la etapa más reciente de este país, dista mucho de ajustarse al patrón o idea de lo que se entiende como servicio bancario, al menos como entiendo que debería ser. Lo digo plenamente convencido porque es una aseveración difícil de rebatir. El denso historial de los últimos veinte años lo atestigua.

Personalmente es algo que estoy comprobando con trabajo de campo. Las entidades están limpiando descaradamente su base de “malos clientes”. No les interesa retener al que no deja negocio. En la última década, con crecimientos desaforados, el objetivo era ganar tamaño y cuota. Daba igual el perfil de riesgo, edad, profesión, nacionalidad, todo era secundario, lo importante era “enganchar” clientes a toda costa y endosarles todo el producto posible. Eso ha cambiado radicalmente. Ahora para ser cliente de un banco y esperar algo de él, hay que poner sobre la mesa algo más que voluntad.

¿Qué diferencia este modelo del anterior?

La idea de que crecer hoy por hoy quizás no es lo que más convenga, al menos no es la prioridad. Dicho así suena tremendista si bien es la pura realidad. Los bancos se han vuelto prudentes, tanto que donde no hace mucho se observaban crecimientos por encima del 20%, y para ello le invito a que tomen el balance de cualquier entidad en la última década para comprobar como en todos los casos se duplicaba y hasta triplicaba con facilidad, ahora en el mejor de los casos es un tímido puntito porcentual, que por cierto se aproximará mucho a lo que pienso que crecerán los activos en la próxima década. Una excelente periodista especializada en bancos destacaba el pasado martes lo que dijo el CEO de Santander, que desde la entidad “se hacen esfuerzos” para dar créditos, pero que el “desapalancamiento supera nuestro esfuerzo”. Es una manera de decirlo. Yo lo interpreto como lo que es, ni un euro concedido si hay un ápice de riesgo no controlable.

Esa congelación de crédito que para la gran mayoría es mala, yo la interpreto como una señal positiva. La economía necesita del ciclo natural del dinero pues así está concebido el sistema moderno de transacciones. Qué es si no este castillo edificado sobre la base de que los bancos tienen la capacidad de crear dinero. Reciben depósitos y emiten promesas de devolución sobre las que apalancan su creación de dinero. Pero ese concepto de concesión de crédito es lo que ha matado este país. El problema viene cuando los agentes se hacen dependientes de recibirlo y a cualquier costa, despreocupándose de atesorarlo. Pero sobre todo, lo grave es cuando se centraliza y se delega el control del dinero en el Estado y la banca a su libre albedrío, tal como defendían antiguamente los chartalistas en contraposición a la idea más básica que propuso Menger sobre el concepto dinero. El saldo neto degenera en lo que hemos visto estos últimos años, motivo por el cual valoro un exceso de prudencia.

La banca por fin entiende los errores del pasado. Un período marcado por la comercialización de no pocos productos fraudulentos, avalados por un deficiente servicio, y lo que es peor, sin conocimiento alguno ni por parte del comercial ni del cliente. Por eso se tiende hacia un modelo básico y lineal, comisionista lo llamo yo, y puede que sinónimo de caro, pero que lleva aparejado la exigencia de servicio. Si usted quiere algo lo paga. Es curioso el giro de la banca en este punto. Antes se “cobraba poco” por productos de alto riesgo. Ahora que se ofrecen cosas más básicas la banca se vuelve más costosa en términos de precio y a todos les parece mal. A mí no, desde luego.

Eso precisamente es lo que también valoro de este cambio que percibo. Si se desean productos sofisticados, el cliente tiene que dirigirse a otro modelo de negocio que no es la banca, al menos la convencional. Las comisiones están cubriendo, de media, en torno a un 40% del margen de intereses, una cifra potente teniendo en cuenta que precisamente el margen de clientes acumula más trimestres en recesión que la propia economía española. Dicen que el ROF es el sustento del margen de la banca. Esa es la ventaja que han sabido obtener de la volatilidad de los mercados. ¿Qué no es una aportación recurrente? Perfecto, lo que hay que valorar es que se ha sabido aprovechar una ventana de ingresos imprevista que seguro que no contribuirá como hasta ahora pero es que tampoco fue nunca, ni será, el objetivo principal de ningún banco.

La banca sigue centrada en reducir costes. A diferencia de lo que sucede en las administraciones públicas, en las que es más el deseo que la realidad y de ahí los déficits desbocados, los bancos sí están centrados en recortar su masa de gastos. Cuando empecé a mirar bancos, hace ya casi quince años, recuerdo la reputación de la banca española dentro de la europea como la más eficiente. Esa eficiencia se ha perdido producto de un desaforado crecimiento. Hoy por hoy las entidades tienen un margen potencial espectacular para ganar eficiencia, algunas de hasta 20 puntos porcentuales, lo cual implica beneficio futuro para el accionista.

Las oportunidades están en la banca mediana.

Olvídese de los grandes. En serio, y lo digo desde una tribuna totalmente independiente y como expresión de una opinión particular. Si usted cree que puede controlar lo que hacen las grandes franquicias fuera, con modelos de negocio que en muchos casos se han exportado con los mismos errores cometidos en España, adelante. Puede que me equivoque y la acción responda a otro patrón incontrolable otorgándole un mejor comportamiento del que yo espero, pero donde creo que el margen de error es más pequeño es en las entidades de tamaño más reducido, las locales, que son las que todo el mundo teme. Sobre todo los analistas foráneos que siguen obsesionados con modelizar en base a primas de riesgo y crecimientos residuales. Ahí están las oportunidades para el que las quiera buscar.

El mayor grado de observancia por parte de los reguladores, la presión de los mercados, el escrutinio brutal de resultados, el esfuerzo por ganar cuota y retener clientes, la disciplina en costes, en riesgos… todos esos factores creo que se juegan de manera más activa desde una entidad puramente doméstica que desde las otras.

Los que hayan llegado hasta este punto estarán deseosos de conocer nombres propios. Bueno, no hace falta mucho esfuerzo para entender que los factores que he comentado son mayormente visibles, especialmente en alguna particular en la que se ha impuesto disciplina, y lo más importante, se ha puesto en orden en la casa, lo cual añade un rigor todavía mayor porque el interés del saneamiento es doble ya que se tiene que vender bien aseadita.


En resumen, no estoy hablando de cómo sería el banco ideal para mí sino de cómo esos patrones aplicados a algunas entidades, permiten generar buenas ideas de inversión. Yo hace algunos meses que puse mi contador a cero y desde hace poco… el contador corre felizmente con la idea.

Este artículo fue publicado en El Confidencial el jueves 1 de agosto de 2013.

2 comentarios:

  1. Hola, Alberto. Enhorabuena por el blog.

    Es curioso, casi todos los analistas fundamentales estáis viendo a los bancos con otros ojos, y algunos están empezando a incorporarlos en cartera. Yo durante los últimos años he seguido tu filosofía de "fuera bancos", pero curiosamente hace dos o tres meses me posicioné en Santander. Ya sé que no es banca mediana, pero su internacionalización me daba más seguridad.

    En fin, espero que vuelvas a acertar con este análisis, me alegro de coincidir en este punto con la visión de alguien tan experimentado como tú. Un saludo.

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  2. Muchas gracias Fernando. Bueno, como contaba en el post, no es tanto una decisión tomada en un momento de bolsa alcista sino algo que vengo madurando desde hace meses. Sobre todo por la capacidad que detecto en las entidades a la hora de llegar al inicio de cambio de ciclo, que espero se confirme, con "los deberes hechos". Creo que los riesgos en relación a balance siguen siendo grandes pero no son las magnitudes descontroladas de hace tres años, y por otra parte creo que en materia de solvencia, liquidez y recursos, se ha avanzado notablemente. Si eres como yo inversor, espero que las decisiones que tomemos nos confirmen la visión. Un saludo y gracias por seguirme.

    Por cierto, te invito a interactuar en mi cuenta de twitter @aroldan_bolsa. Te espero

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