jueves, 18 de abril de 2013

De la Pantoja a Pescanova


“Hay mucho que decir en favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.” Oscar Wilde

Yo no sé a ustedes, pero a mí me resulta muy frustrante leer la prensa nacional, tanto que últimamente no la leo. No hago mención a la prensa por su nacionalidad, sino exclusivamente a la sección de Nacional que todo periódico que se precie de serlo tiene y que, generalmente, viene ubicada en el primer tercio del diario de turno.

Respeto profundamente la labor de investigación y denuncia que realiza la prensa, sin la cual estoy convencido de que el grado de libertad del que disfrutamos sería difícilmente sostenible, pero hace tiempo que llegué a un punto en el que me satura tanta basura mediática y dije basta. La gente me pregunta a veces por qué leo el periódico de atrás hacia delante. Muy sencillo, porque esos dos últimos tercios del diario son lo único que me reporta realmente información. Información relevante, quiero decir. Y lo mismo puedo decir de otros medios, léase la televisión, cuyo consumo por mi parte sigue siendo mínimo, y más desde mí reciente paternidad. Si tengo tiempo para un telediario sé que me puedo perder tranquilamente los quince primeros minutos, ya que la información útil, insisto para mí, tendrá lugar durante el resto de emisión, una vez pasado el repaso del esperpento político nacional y el titiritero mitin que los partidos se pagan en las cadenas, públicas o privadas.


Cuento todo esto porque desde un punto de vista exclusivamente profesional, como ciudadano, las consideraciones son otras y no necesariamente mejores, ha llegado un punto en el que me resulta nauseabunda una primera plana copada por la plaga de chorizos, políticos corruptos, reales parentelas, maleantes de corbata, folclóricos y demás fauna que asola este país. Desayunarse siempre con los mismos titulares toca la moral. Y cuando el relato de lo corrupto ya hace cola para ocupar portadas, mucho más.

En este país la imagen es crítica

Es evidente que no somos Italia, a quien le sacamos una enorme distancia en muchos aspectos, y lo digo con la convicción de quien conoce el país, pero que tiene una virtud por encima de todo, como es saber vender con lazo y a precio de oro lo que en otros sitios te dicen que es, con perdón, pura bullshit.

No quiero matar al mensajero, ni mucho menos. Insisto en que su labor periodística de investigación es crítica para el correcto funcionamiento de una democracia, pero estoy en mi derecho de decir que estoy hasta los mismísimos de los titulares de turno. Aburrido de Bárcenas, de Urdangarín, de los Pujol, es que la lista lleva décadas creciendo. Ahora también tenemos presuntos corruptos habituales en los titulares de los diarios economía, como Fernández de Sousa. Solo nos faltaba una folclórica y con la Pantoja se ha cerrado el círculo.


Nuestros adolescentes se adoctrinan con estos casos y responden lacónicos “para qué voy a esforzarme en nada si esos son mi ejemplo”. Más desmoralizante es la sensación del contribuyente medio, el que compone la maltrecha clase media española a la que se le exige responsabilidad tributaria y es testigo de esta fanfarria que se lo lleva crudo.

Yo me pregunto de qué servirán todas esas ferias y convenciones que promocionan la marca España. Esos roadshows anunciados a bombo y platillo organizados por los ministerios de turno. Esos viajes repletos de directivos y primeros espadas con corbatas corporativas a los centros financieros más relevantes. Todos diciendo “compre marca España, es de fiar”, “producto español, bueno y de calidad”, etc. Luego uno ojea la prensa y es que no cabe un titular más con menciones a corruptelas variadas.

Siempre me pongo en la piel del colega foráneo al que le proponen asistir a un encuentro de trabajo en el que se le va a presentar las oportunidades que ofrece un país foráneo con las siguientes premisas exportadas. Un país donde la corrupción aflora a todos los niveles. Con una gran economía sumergida. Donde la clase media está atrofiada por soportar la carga de lo público a través de una expoliación impositiva. Donde la deuda y su carga son crecientes como herencia de un gasto desaforado y mal gestionado. Donde existe inseguridad jurídica y los marcos regulatorios son cambiantes o mal planificados. Un país donde el paro es estructural porque tiene enquistada una tasa récord, que es la que es y que le sitúa muy lejos de cualquier país desarrollado. Un país donde hay empresarios, que no casos esporádicos, sino una tupida red que falsean cuentas, mienten y encima se ríen de los reguladores. Y lo mejor de todo, un país en el que todo esto es público e internacionalmente conocido.


Se imaginan de qué país estoy hablando… No, no es un país de esos mal llamados bananeros, ni siquiera uno de gobierno cambiante a golpe de populismo barato militarizado. Es España, con todas sus virtudes pero también sus hirientes defectos.

Como economista, analista financiero y gestor, en esta sección debería estar hablando de lo puramente económico, al fin y al cabo la política está ya sobradamente cubierta en este diario, por ejemplo centrando mi reflexión sobre Pescanova. Pero no merece la pena porque lo pienso y cualquier reflexión que haga me lleva al mismo punto. Han mentido descaradamente. Han insultado a los accionistas. Han provocado que una empresa de supuesto renombre internacional se haya convertido en un chiringuito de mentiras y abono para campo. Han conseguido quebrar la confianza de muchos inversores que piensan, como yo lo intento cada día, que el empresariado español es potente y de calidad. En serio, no merece la pena.

Se me quitan las ganas de seguir hablando de este país. Hoy no quiero hacer más sangre con el momento, porque precisamente vivo en un país que se desangra él solito sin ayuda de nadie. Sólo espero que, aunque no la lea temporalmente, la prensa libre siga trabajando y sacando a la luz la escoria que se esconde en esta nación, aunque como dijo un jurista y novelista británico, Henry Fielding, “un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya”.

Este artículo fue publicado en El Confidencial el jueves 18 de Abril de 2013



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