jueves, 3 de enero de 2013

La marginación del inversor en Bolsa


Bien es sabido que en toda crisis, por encima de lo que en buena lógica debería ser una prioritaria búsqueda de soluciones, lo más importante es asignar culpabilidades. En esa búsqueda de responsables nuestros iluminados políticos siempre han argumentado que ellos se encontraron esto así y que nada se les podía achacar, por lo que decidieron señalar con dedo acusador a esa cosa tan etérea para la gente corriente que son los mercados. Por ello, se les ocurrió que una vez estigmatizados esos avariciosos inversores que forman parte de eso llamado “los mercados”, el siguiente paso era ir contra ellos y contra sus principios de inversión. Y como prohibir es algo más propio de la oposición y además está muy mal visto en su intelectual establishment, se ha optado por una táctica más explícita que práctica como es desincentivarles poniendo todo tipo de trabas en forma de mayor regulación, supervisión, y cómo no, más impuestos. Es ese último punto quizás el más controvertido, pues una de las propuestas más activas ha sido la de elevar la fiscalidad de la inversión hasta lo insoportable. Vamos a ver cómo será 2013 para los que quieran, mejor dicho puedan invertir y participar de las oportunidades que ofrecen “los mercados”.
Si se pudiera hacer un ranking de más a menos ventajosa fiscalidad, las acciones coparían el último lugar. Se podría decir que tiene sentido pues en el orden de prelación de los inversores, los accionistas son los últimos y por tanto los que mayor riesgo asumen y los que menor protección tienen. Sólo la liquidez les da una ventaja sobre el resto de activos pero al paso que vamos ni eso será una ventaja. Si simplificamos al máximo las opciones de inversión ya de entrada existe una clara discriminación para la renta variable. Los bonistas, los inversores en deuda soberana o corporativa, no sufrirán los efectos de la Tasa Tobin, cuyo objetivo, además de puramente recaudatorio, es marginar las transacciones de un libre mercado afectando por tanto a la liquidez de aquellos que compren o vendan títulos de empresas cotizadas con capitalizaciones todavía por definir. Si tomamos como referencia el caso francés, cuya criba se establece en los 1.000 millones de euros y la aplicamos a nuestro pobre y escuálido mercado, se puede decir que vamos finos pues la negociación se concentra en no más de diez o quince valores a los que ahora se les pondrán un poquito más difíciles las cosas. Como si no lo tuvieran ya con la absurda, ineficaz y evitable restricción a la operativa en cortos.
Pero eso no es suficiente y además no es original pues su idea se gestó hace ya varias décadas. Como el descontento social sigue creciendo había que reforzar la lucha y para ello se decide elevar la fiscalidad de las acciones, nuevamente con agravio comparativo, para que quede claro que se está comprometido en la lucha.
De esta manera comprar y vender acciones de una misma compañía estará penalizado con una elevación del tipo impositivo que pasa de un esquema progresivo con un rango definido a otro en el que se pagará el tipo marginal del contribuyente. De esta forma, la tributación se situará como mínimo en el 24,75% y como máximo en el 52%, es decir, se incrementa entre un 18% y un 93% la tributación de las plusvalías generadas siempre y cuando éstas se realicen en el año natural. Así es como se lucha contra la especulación, sí señor.

Así pues tenemos un mercado de acciones que será penalizado por dos medidas intervencionistas creadas por políticos de nuevo cuño intelectual y progre, da igual su afiliación, como son prohibir y recaudar. Añadiendo por si no fuera suficiente, un agravio comparativo con la renta fija donde no hay tasas ni prohibiciones pese a ser un mercado igualmente volátil, con mucho más volumen y de igual o mayor especulación.
De esta manera nuestros políticos creen que atacan al especulador pues le prohíben ponerse corto, le incrementan las comisiones con una mordida en forma de tasa y le hacen pagar más impuestos. Uno no sabe si son ilusos o ignorantes. La esencia de esas medidas no solo afecta a un mercado en esencia libre sino que además afecta a un perfil de inversor que se ubica en la clase media, con capacidad de ahorro que además contribuye a formar el entramado de accionistas tan necesario para que el mercado bursátil tenga sentido. La venda no les permite ver que los especuladores operan con vehículos fuera de su radar, pues lo hacen a través de sociedades primadas fiscalmente si se comparan con el inversor corriente a las que, vaya por Dios, no se les ha ocurrido mirar de inicio. Por cierto, algunos de estos especuladores son los mismos a los que incentivan para que repatríen capitales con una amnistía fiscal, medida otra vez ridícula.
Ah, y pobre de este inversor como sea catalán pues la tributación de sus plusvalías se elevará en más del 100%. Porque aquí la cosa sí que tiene guasa ya que estamos en la segunda región del mundo por detrás de Suecia con mayor presión fiscal a las rentas del trabajo. Pobres los que hereden carteras de valores, pues pagarán sucesiones. Y que no sean altos patrimonios, pues pagarán otro impuesto Mas. Esto es como lo del coche que te toca en un sorteo, que lejos de hacer un favor acaba por hundir el presupuesto familiar cuando se descubren los impuestos y la falta de liquidez que conlleva. Es que ni sentarse a tomar una Coca Cola y ver las cotizaciones en una pantalla en plan miranda, ya que eso también tendrá ahora un mayor coste pues esa bebida se pagará más cara que en otras comunidades por los impuestos que sufre.
Estos días que tanto se analiza el debate del precipicio fiscal americano, cuya referencia tampoco es demasiado válida pues lo que subyace detrás de las negociaciones es otra vez un interés partidista y electoral, no puedo evitar pensar la falta de responsabilidad que hay en este país en torno a la toma de decisiones y al hecho de que cada una de estas medidas siguen escondiendo lo realmente importante, lo mal construida que está España.
Feliz 2013 (pese a los impuestos)

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