jueves, 29 de noviembre de 2012

Querido señor Grifols




El pasado miércoles preparaba mi intervención en un telediario matinal y revisando la prensa del día me topé con el último episodio de este decepcionante a más no poder Gobierno popular, ahora en relación a las participaciones preferentes. Resulta que la última ocurrencia del ministerio de finanzas es dar una patada adelante con esta polémica al decidir abrir un arbitraje para los inversores en productos híbridos de Bankia para que de esta forma, y cito textualmente titulares de la prensa, “cobren casi todo lo invertido si hubo mala comercialización”.
No soy más que una humilde voz, un libre pensador del que se presupone que no debería saber más que todo un ministerio rebosante de funcionarios de “carrera y vocación”, pero como dispongo de este modesto púlpito de opinión voy a hacer uso del mismo para expresar mi profundo desacuerdo con este tema particular que son las preferentes que pone colofón a un año pletórico de medidas la mayoría de ellas, siendo lo más políticamente correcto posible, cuando menos cuestionables. Y ya anticipo que mis conclusiones no van a gustar.
La decisión de articular un procedimiento de arbitraje exclusivo para afectados de Bankia, muy similar a los aplicados en otros bancos nacionalizados, no solo no corrige la insistente socialización de pérdidas en que se ha convertido la reforma del sistema financiero sino que hace más evidente que las decisiones tomadas por dos gobiernos de tan distinto calibre económico, han pasado por el mismo aro de la planificación central. Nacionalización y socialización. Se dan cuenta de los términos, ¿no? Todos pagamos igual, tanto los que incurrieron en pérdidas por sus inversiones como los que decidimos mantenernos al margen de lo que era evitable. Resulta muy evidente que buscar una compensación para un inversor, luego entraré en la interpretación de la praxis comercial, supone en la práctica trasladar la pérdidaconsumada de un inversor soberano en la toma de decisiones a los contribuyentes.
No bastó con nacionalizar la banca más descompuesta sino que encima los costes del rescate y su capitalización los tendremos que pagar todos cuando, siendo entidades privadas de pleno derecho, son ellas mismas y sus inversores los que deberían asumir las consecuencias de su desmoronamiento. Exactamente lo mismo que han sufrido consumidores afectados en otras industrias y sectores. Es rotundamente falso y además tendencioso aludir a que dejarlas caer hubiera sido peor.
El arbitraje al que se recurrirá tendrá que demostrar que hubo una mala praxiscomercial, es decir, que entre el vendedor y el comprador hubo elementos que a juicio de un tercero sean suficientes como para determinar nula dicha relación contractual y además exigir una compensación. Por supuesto que hay casos flagrantes. Hace unos días, en un programa de radio en el que yo participaba, llamó un invidente que compró preferentes y aludía que por motivos obvios no pudo leer el contrato. Aunque sea difícil dejar de lado la cuestión moral, quién tiene razón ¿El afán de una entidad que por crecer induce a que empleados sin suficiente formación vendan productos complejos o el inversor que en su desconocimiento del producto se deja asesorar y firma algo que no entiende? No quiero ejercer de abogado del diablo pues si tuviera que hacerlo me pondría del más débil, que son las víctimas, pero eso sería lo fácil y lo que no quiero es banalizar una errónea decisión que afecta a una sociedad entera distinguiendo buenos de malos. A estas alturas queda bastante clara su respectiva identificación.
Por supuesto que hubo mala praxis en esa venta que comentaba, como en otros tantos flagrantes casos, pero es que la hubo en la inmensa mayoría. ¡Pero qué narices, con perdón, esperan que diga la gente en su defensa! ¿Y los empleados que desconocían el producto? Pues igual. Menudo papelón tiene el árbitro de esa contienda.
El hecho es que se va a trasladar el coste de compensar a esos inversores de Bankia, que representan unos 4.000 millones de euros entre subordinadas y preferentes, a contribuyentes que nunca firmaron esos productos ni participaron de ese proceso. Esto no es sino parte del gravísimo error que ha sido rescatar la banca con dinero público a través de un bail out, es decir, el rescate gubernamental de un sector contribuyendo a la generación de más deuda y déficit cuando debería haber sido unbail in, es decir, una regeneración interna en la que se trasladase el coste íntegramente a los que en su momento decidieron asumirlo pues sus primas de riesgo estaban mal ponderadas o simplemente porque despreciaban el riesgo. A este respecto recomiendo encarecidamente la lectura de Una alternativa liberal para salir de la crisis, de Juan Ramón Rallo, un libro imprescindible.
Pero es que hay que ir más allá. Si se compensa al inversor en estos productos especializados demostrando la existencia de una mala ejecución comercial, se sienta un peligrosísimo precedente pues algo habrá que decir de aquellos que participaron en la propia OPV de Bankia cuando el propio ex presidente hace unos días declaró que su salida a Bolsa fue precipitada. Vamos, que fue un tufarro con mucha mala praxis. Y qué decir del que invirtió en un producto estructurado pensando que compraba una cesta de valores y lo que hacía era invertir en un complejo esquema de futuros y opciones financieras que no ha funcionado como le prometieron. O de la firma de hipotecas en divisas (las famosas hipotecas en yenes o en francos suizos), o en obviar en el asesoramiento de una hipoteca la existencia de un suelo, o en la aplicación sistemática de comisiones abusivas de tarjetas, y que me dicen de las vinculaciones obligatorias de producto con los préstamos… ¿Quieren que siga? Pues claro que ha existido una incorrecta función en el asesoramiento que requieren muchos inversores cuyo grado de conocimiento está totalmente alejado de lo que se espera de estos productos.
Pero nada de eso justifica que sean los contribuyentes los que de nuevo tengan que soportar un nuevo coste por rescatar ahora a inversores privados, algo que por cierto contraviene uno de los puntos más destacados del Mecanismo de Entendimiento con Bruselas que articula el propio rescate de la banca. Hay dos grandes bancos en España que recientemente han dado ejemplos sobrados de bail incon pérdidas ocasionadas a sus clientes por mal asesoramiento. No cito las entidades pero eso fue lo que ocurrió con el caso Madoff, algunas inversiones en la quebrada banca americana o sucesos acaecidos con sus fondos inmobiliarios, que muestran lo que es cargar el coste a los fondos propios y asumir las pérdidas, clientes, entidad e inversores.
Creo que está suficientemente clara la gravedad del problema. No trato ni muchísimo menos de negar el amparo a aquellos afectados cuyos casos sean flagrantes. Para nada. Al contrario, siempre me he solidarizado con ellos porque es un tema que se veía venir de lejos por cuestiones que no vienen al caso. Nunca negué asistencia u opinión a los que en su momento me la pidieron. Pero lo que no se puede justificar bajo ningún concepto es que la negligencia de una entidad privada se traslade al conjunto de unos contribuyentes que ya estamos siendo suficientemente expoliados por un gobierno caprichoso que se jacta públicamente de un falso liberalismo y que actúa cada vez más como un ciego en una fábrica de porcelana buscando desesperadamente la puerta de salida.
¿Saben lo que creo? Que esta es otra cortina de humo ante un muy complicado inicio de año que vendrá repleto, mucho me temo, de pésimas noticias. ¿No me creen? Esperen a ver… Feliz año nuevo a todos.

jueves, 22 de noviembre de 2012

A saber con la Sareb

A menos de una semana para que la Sareb, comúnmente banco malo, comience oficialmente a funcionar todavía sigo sin tener clara la necesidad de su existencia. por no hablar de mis crecientes y cada vez más firmes dudas sobre el interés, desde un punto de vista inversor, por participar en este proyecto. En algo estaremos coincidiendo analistas y economistas con los inversores a los que se quiere involucrar en la constitución del núcleo de capital privado, cuando como todo parece indicar su constitución, prevista para el 1 de diciembre, se podría retrasar por falta de interés, miedo o llámenlo como quieran. Y es que previo a las rondas de contactos efectuadas a inversores privados, ya son conocidas las notorias discrepancias de los bancos “sanos” del Grupo 0 del informe Wyman a los que según el FROB se les invita a entrar y según estas mismas entidades se les obliga a participar. Cuestión de matices.
No es mi caso evidentemente pero si una institución pública que representa a unsector que en una parte significativa se encuentra quebrado o a punto me invitase a participar en su reconstrucción y antes de ver los detalles lo que oigo es la negativa por formar parte del capital de esa entidad de algunos, caso particular de BBVA en boca de su presidente, o el poco entusiasmo de otros, la gran mayoría, yo me lo pensaría dos veces. Y eso es lo que está sucediendo y no tanto por la influencia que puedan ejercer los propios implicados sino porque el diseño del plan de restructuración de la banca quizás no es el mejor posible y no digamos ya sus primeros pasos.
Como banco malo yo entiendo una alternativa al rescate de cientos miles de clientes para los que no hay literalmente solución en caso de quiebra del sistema. No son muchos los precedentes pero, en mi opinión, su creación no puede ser calificada como opción buena sino de malamente necesaria con el agravante de que a los únicos a los que les ha parecido buena es a los políticos y los burócratas de la troika. Desde luego que a los contribuyentes no pues vivimos en un permanente bail-out del sistema. 
El sobre apalancamiento del activo de los bancos, una deficitaria estructura de pasivo que alimentó el crecimiento desmedido del balance, la deficiente calidad de los recursos propios y su regular diversificación, son los comunes denominadores de un sistema que durante tres décadas ha descansado sobre una absurda competencia no requerida entre dos tipos de entidades antagónicas como eran bancos y cajas. Todo esto forma parte del pasado y poco aportaría si me dedicase a escribir sobre lo ocurrido pues, además de existir un montón de literatura, es bien conocida la percepción que se tiene de los analistas financieros de que somos excelentes narradores de lo ocurrido pero unos pésimos predictores del futuro (los regulares, pues buenos no se engañen no hay, no son los analistas sino aquellos que arriesgan su dinero y su reputación).
Pues bien, ese banco malo plantea como solución mágica detraer de los balances de los bancos todos aquellos activos inmobiliarios denominados tóxicos como solución para la restructuración y recapitalización definitiva del sector. De entrada, la Sareb parte de un error conceptual pues precisamente lo que agravó la crisis del sistema fue la aparición en los noventa de grandes inmobiliarias con unas ambiciones desmedidas de crecimiento y desarrollo con el agravante de que muchas de ellas estaban participadas por los propios bancos, que por si no tuvieran poco con el préstamo retail y promotor, buscaban una porción mayor del pastel participando en la fiesta al convertirse en sus accionistas.
Con un banco malo lo que tenemos es una gran inmobiliaria estatal con nada menos que unas 100.000 viviendas y casi 12 millones de metros cuadrados de suelo bajo gestión, que vuelve a cometer el error de querer a la banca en su capital, a ser posible mayoritario por eso de compartir los riesgos y aparentar que se involucra al sector privado en las pérdidas. Todo ello en contra del propio deseo de los “invitados” pues precisamente la banca ya está muy escaldada, y por si fuera poco prometiéndole un horizonte de beneficios con rentabilidades de hasta el 15% para la inversión. 
¿En un contexto de caída hacia el abismo es creíble ese umbral de rentabilidad? Pues uno podría pensar que en parte tiene sentido porque, a pesar de la tremendametedura de pata esta semana del presidente de la AEB, el banco malo se desarrolla sin riesgo de construcción, pues no se iniciará nada y todo aquello en desarrollo que no pueda ser rentable será demolido, el riesgo del suelo desaparece, pues sobre un valor ya muy depreciado se establece un recorte mínimo del 80% que llegará en muchos casos al 100%, y porque al fin y al cabo, dado que no hay un proceso negociador, ni siquiera existe un carácter voluntario, lo que se está exhortando es a que entidades desahuciadas intercambien activos sobre una base de precios que como punto de partida tendrán un descuento del 63% en los activos adjudicados y un 46% en los préstamos.
Fuente: FROB

El Estado por tanto va adquiriendo un papel cada vez más viciado. No ya por rescatar entidades que tenían que haber sido liquidadas (el PSOE pensó más en términos electorales y el altísimo coste de imagen que supondría liquidar un tercio de la banca que era lo que tenía que haber hecho), sino porque adopta un peligroso rol pues sigue siendo un interventor y controlador de bancos a golpe de rescates y nacionalizaciones. Recordemos que actualmente hay dos entidades en proceso de venta (Banco de Valencia y Catalunya Banc) y dos más que lo esperan estar (NCG Banco y Bankia), ello sin contar con la posibilidad futura de entrar en el capital mediante la conversión de CoCos en aquellas que de aquí a seis meses necesiten fondos públicos. 
Y es peligroso porque las entidades no se gestionan solas. Si son nacionalizadas con dinero público el criterio del Estado en relación al binomio riesgo y rentabilidad debe prevalecer sobre el de la gestión privada tal y como la entendemos. Ya sabemos que la vivienda en manos de la Sareb no tendrá función social y que a la vista de los precios obligados de transferencia lo que buscará a futuro es rentabilizar las adquisiciones mediante una venta a precios muy superiores buscando rentabilidades que cubran el coste del capital, hoy imposibles de obtener. 
¿Qué ocurriría si manteniendo como ahora tiene el control sobre el 20% de los activos del conjunto del sistema, se viese tentado de hacer fluir el crédito desde los bancos nacionalizados hacia los activos nacionalizados? Los directivos de la Sareb dirán “imposible”. Ya. Después de escuchar el disparate del gobierno de poner precio a la nacionalidad española, mucho más camelo si se lee la letra pequeña, concediendo nacionalidades al precio de 160.000 euros, que es la inversión mínima en vivienda puesta como requisito, yo personalmente desconfío de todo y de todos. Y no es de ahora.
Miren, si damos por bueno el escenario base propuesto por el informe de Oliver Wyman, supervisado por el Banco de España y aceptado por la troika, en los primeros años de andadura de la Sareb los precios inmobiliarios se espera que caigan un 1,5% anual (-3,5% anual en el caso adverso). Bien, como se supone que los activos trasvasados son problemáticos, y eso significa de menor calidad que uno al corriente de pago, pues así lo atestigua la situación de esas entidades y la localización de muchos de esos inmuebles (Levante, cinturones urbanos sobredimensionados, regiones en serios problemas de deuda pública y privada, etc.), estamos hablando de un valor de partida de 45.000 millones de euros (cifra que podría ser duplicada el año que viene con la incorporación del Grupo 2), que se espera se deprecie al menos dos años pero que supuestamente se podrá poner en valor en un máximo de 15 años desde hoy. 
Cualquiera que entienda algo de Project Finance se dará cuenta de qué estoy hablando si digo que se te ponen los ojos como platos. Por tanto, no se espera que la Sareb genere beneficios significativos en los primeros años de vida pues el punto de partida es el peor momento de nuestra historia reciente en términos de ahorro, gasto disponible sobre renta, empleo y posibilidad de apalancamiento. Personalmente sigo pensando que el problema de la digestión de tanta vivienda no está en los precios sino en la financiación. Un activo puede caer desde cien a una unidad que si no se dispone de la misma o se tiene la financiación necesaria al final es como si no se modificase el precio.
Pero es que hay más, el planteamiento sería entendible, que no razonable, en ausencia de competencia y en este caso la hay por partida doble con el resto de bancos y el propio mercado de segunda mano. Teniendo en cuenta que hay cerca de un millón de viviendas en stock, la proporción de viviendas de la Sareb frente a sus competidores es de 1 por cada 9. Para ser justos es cierto que el banco malo no venderá patrimonio en oficinas sino que buscará venderlo a través de bloques y a inversores institucionales. Pero el resto de la banca con activos adjudicados que no tiene problemas de capital, qué se creen que va a hacer, muy sencillo competir en precio pues gran parte de su cartera adjudicada ya está provisionada y lo podrán seguir haciendo si hay aval del Estado. Y en esas los fondos distress se frotarán las manos pues en cualquier caso ganan a nada que sepan moverse y cuenten con liquidez para invertir, cosa que ocurrirá sin necesidad de ofrecerles la ciudadanía.
Como conclusión les digo que como economista que soy, he aprendido que las experiencias en las que el capital público ha competido con el privado no son buenas pues la diferencia de criterio (beneficio-valor frente a función social-gasto público) siempre pondera hacia un lado y cuando parece que gana el Estado es a costa de su deuda. Y ya sabemos que la deuda de hoy es consecuencia del déficit y el gasto pasado.


jueves, 15 de noviembre de 2012

La verdadera historia de Iberia y Vueling


Después de algo más de dos años de matrimonio entre Iberia y British Airways, es ahora cuando por fin conocemos el regalo envenenado que había en la fusión: la ambición de los británicos por canibalizar una relación de amor siempre declarada a Iberia. Para entender bien los últimos acontecimientos (despidos, OPA a Vueling, etc.) conviene secuenciar bien cada uno de los puntos previos que nos llevan a este desenlace haciendo un poco de historia.

Lo primero que conviene recordar es que todo parte de un acuerdo de fusión que se planteó entre iguales como bien muestra la cuota de control que cada aerolínea tendría en el holding al que cada una aportaba sus respectivos negocios, correspondiendo una participación del 55% para British y el restante 45% para Iberia. Esa equidad en el reparto a muchos les pudo parecer algo chocante teniendo en cuenta las diferencias evidentes de tamaño, plantilla, flota e ingresos entre una y otra aerolínea. Y dado que dichas diferencias eran previsibles que se mantuvieran en el tiempo, esa apariencia de reparto igualitario lo que bien podía esconder es lo que creo que va a suceder: el despiece de Iberia.

Lo cierto es que cuando en su momento analicé la operación lo que de verdad me llamó la atención fue el valor real aportado por cada compañía a la nueva empresa pues no se correspondía realmente con el reparto propuesto. En primer lugar, por la situación de tesorería en el balance de la española (1.420 Mn €) en contraste con la abultada deuda que arrastraba la británica (2.330 Mn €), a lo que había que añadir la liquidez que potencialmente ofrecían las participaciones que entonces tenía Iberia (10% de la propia British, un 45,85% de Vueling y un 11,57% de Amadeus), que le permitían elevar la disponibilidad de efectivo en otros 1.320 Mn €. Cuento esto porque la caja disponible que atesora Vueling también es importante en esta historia por lo que luego volveré a ello. 

En segundo lugar, Iberia era un goloso pastel para una British que en ese momento atravesaba una muy difícil etapa por la notable presión que sufrían sus márgenes por la escalada de precio del crudo, la existencia de rutas que no funcionaban, la elevada saturación de Heathrow, una importante conflictividad laboral con sus empleados, y por encima de todo, la enorme asfixia que el déficit de su fondo de pensiones de empleados y cuyo desfase alcanzó los casi 5.000 Mn € al cambio. Esos problemas que atesoraba British sientan el mismo precedente de interés por Vueling al igual que en su momento lo fue Iberia y cuyo repaso ayuda a entender el salvavidas que para British Airways fue Iberia y a desnudar las intenciones hoy de los británicos.

Sin embargo, el periplo de IAG hasta ahora se ha visto salpicado por una etapa lastrada por el decrecimiento económico de la zona euro como bien corresponde a un sector absolutamente cíclico. Tampoco conviene olvidar que el sector sigue atrapado en la peor etapa acumulada de resultados de su historia. Sea como sea, lo cierto es que IAG hoy presenta un pírrico beneficio operativo de 17 millones de euros que compara con los 451 millones del año anterior. Con estas cifras y apuntando a unas pérdidas que puede que lleguen a los 200 millones de euros (ellos dice 120 millones de euros), señores, hay que ponerse manos a la obra y avanzar el plan trazado hace años. Ahora es el momento.

Para ello lo prioritario es reconvertir el grupo y reforzar la verdadera cabecera: British Airways, amparándose en que las cifras de Iberia son cada vez peores y que está perdiendo peso relativo en el holding. La marca Iberia, ya veremos con que nombre, se convertirá con toda probabilidad en una aerolínea que casi en exclusiva operará vuelos de larga distancia con destino al centro y sur del continente americano. Hecho eso, hay que analizar qué hacer con el corto y medio radio ya que España al fin y al cabo es el segundo destino turístico del mundo por ingresos y una puerta de entrada muy rentable a Europa. 

¿Solución? Aproximarse aún más al modelo low cost sin que ello dañe la asociación de imagen que se quiere hacer de IAG con British Airways como enseña de bandera. España está como está y no se puede seguir perdiendo dinero en rutas no rentables. ¿Tiene sentido desde un punto de vista operativo que se mantengan cinco vuelos diarios a Santander con precios que van desde 100 € hasta los 460 € cuando Ryanair ofrece vuelos i/v desde 24 €? Pues parece que no. Y este es sólo un ejemplo pues como ahora sabemos, Iberia pierde dinero en el 90% de sus rutas.

Si me lo permiten me voy a saltar el hilo argumental y tomándome una cierta licencia voy a relatar con un lenguaje más cercano lo que en sentido figurado bien podría haber sido un brainstorming una fría y gris mañana cualquiera en Londres: “España es un problema (cito textual a sus dirigentes). Iberia pierde casi 2 millones de euros al día y la situación es insostenible. Hay que meterle mano radical sin más dilación. ¿La vendemos? Ahora eso es imposible. ¿La transformamos? Eso tiene sentido pero su sindicado de pilotos es un hueso muy duro y el dominio low cost en España un problema de competitividad para nosotros, sin olvidar que se ha perdido el liderazgo del mercado nacional. Un momento podemos aprovechar que ya existe Iberia Express. Es cierto. Pero no termina de cuajar, arrastra costes de estructura elevados y al fin y al cabo sigue siendo marca Iberia para lo bueno y para lo malo”. Entonces piensan, “si hace unos años se creó Clickair, que fue la misma idea que ahora es Iberia Express, y de su fusión con Vueling surge una empresa rentable que gana dinero… ¿por qué no repetir la historia? Well done mate. Resultaría perfecto, podríamos desarrollar un modelo totalmente low cost potenciando a la vez destinos turísticos donde hay base operacional establecida como por ejemplo son Roma o París y además expandirnos por Europa. Ello nos permitirá meter mano a los gastos de manera justificada porque al fin y al cabo es una cuestión de supervivencia y existe un nuevo marco laboral que posibilita despedir a un porcentaje muy elevado de la plantilla y aligerar nuestros costes. Genial. Ring the bell, it’s time for a pint”.

El segundo punto de mi blog de esta semana es la valoración de esta OPA ¿tiene sentido? Vamos a verlo.

Asumiendo un modesto crecimiento en sus ingresos de alrededor del 10% y esperando que sea capaz de al menos mantener su margen operativo después de alquileres de flota, creo que es razonable decir que Vueling podría alcanzar un beneficio operativo bruto de alrededor de 30 millones de euros. Teniendo en cuenta que el múltiplo EV/Ebitda resultante de la fusión de British e Iberia fue de 6 veces, incluidas sinergias, si se diera por bueno y fuera aplicado a Vueling estaríamos hablando de una valoración antes de deuda de unos 180 millones cuando Iberia ofrece 206,6 millones, una prima del 28% respecto a la última cotización de Vueling y un 15% de prima sobre el propio múltiplo derivado de la fusión de British e Iberia. 

Lo curioso es que Vueling cuenta con una importante tesorería en su balance que a día de hoy supera los 400 millones de euros, es decir que ofrece 7 euros por acción cuando su caja neta supone 14 euros. Vamos, que la prima está pagando la integración de una empresa con una cuenta de explotación rentable y un balance saneado pero no valora ni su tesorería ni la segura la existencia de créditos fiscales. Esos son los beneficios económicos. Los no tangibles conforman el escudo que servirá para reducir la plantilla en España en un 25%, dar un importante tijeretazo a los salarios fijos y variables de hasta un tercio del coste actual, y la cancelación de rutas no rentables en las que la compañía dice que pierde 100 millones de euros al año.

Yo no sé a ustedes pero a mi me resultó sospechosamente pavorosa la sinceridad del consejero delegado de Iberia la pasada semana cuando afirmó que “la compañía no es rentable ni en el corto ni en el largo radio”. En mi modesta opinión, esa avalancha de pérdidas y baja rentabilidad son un pesimista mensaje que interpreto como una capitulación ante los británicos para que los valiosísimos hubs de Madrid y Barcelona permitan explotar el liderazgo en vuelos a países de habla hispana que siempre ha atesorado Iberia, pero además eliminando costes en personal, flota y rutas. No olvidemos que IAG ya compró el año pasado british midland, otra compañía low cost de vuelos regionales que encajará muy bien en el diseño de rutas con la futura integración de Vueling e Iberia Express, aunque imagino que cada una por separado.

El último punto que quiero destacar hoy, hace mención al anuncio de reducción de plantilla. El plan estaba orquestado desde hace tiempo. Por una cuestión moral y de sentido común, en el 99% de las ocasiones he sido manifiestamente contrario a los chantajes a los que se ha sometido al pasaje y a los usuarios por parte de los pilotos. Pero en esta ocasión les entiendo y diría que les apoyo en lo que seguramente va a ser una muy dura protesta, porque estoy convencido que desde la dirección británica se quieren quitar de encima el muerto que ahora es Iberia sin pensar que hace dos años ellos eran los que estaban muertos. Pero mi apoyo es más extensivo y no es único para los pilotos, estamos hablando de que entre tripulantes de cabina y tierra se irán a la calle casi 4.000 personas más hasta un total de 4.500 cuando la media diaria de parados en octubre anduvo en esa cuantía. Por si fuera poco, algún ilustrado de Iberia se ha jactado públicamente de amenazar diciendo algo así como “esto es lo que hay y si no se acepta será peor”, tras reconocer que bien podrían ser más los ajustes.

Alguien en Iberia se podrá alarmar ante estas argumentaciones y defender que precisamente lo que se quiere es la supervivencia de la compañía. No lo dudo pero estoy convencido de que hay algo más tipo cuando Gordon Gekko en la famosa película de Oliver Stone, Wall Street, intentaba comprar la aerolínea Blue Star para luego despiezarla y venderla por partes. Lo mismo va a ocurrir con una compañía que ha sido nuestra aerolínea de bandera desde hace 85 años, sin que ello se interprete como un mensaje populista que muchas veces se ha hecho en este sector (Alitalia fue un magnífico exponente de una mala defensa basada exclusivamente en intereses patrios).  

Una última reflexión. Este blog no es un consultorio por lo que rara vez daré recomendaciones, solo se trata de un trampolín en el que exponer ideas y opiniones para “inversores inteligentes”, pero esta vez haré una excepción y en este caso les diría que si alguien me pregunta qué hacer ante la OPA yo les diría que no acuda, que si se quiere exprimir el zumo de Vueling paguen de verdad, que se rasquen la cartera y suelten libras o euros, lo que quieran, pero que paguen.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La ampliación del Popular y lo que no se cuenta


Pasado ya un tiempo más que prudencial desde la publicación del informe de Oliver Wyman se puede afirmar que una de las entidades que más señaladas quedaron por dicho informe fue el Banco Popular, una entidad con la que me gustaría iniciar este blog de opinión por la coincidencia de la decisiva ampliación de capital cuyo inicio es inminente.

Estando como está el sector ¿por qué he elegido el Popular y no otra entidad? Al margen de ese hecho relevante de su macro ampliación la verdad es que no hay ninguna razón en especial. Personalmente tengo bastante aversión al modelo de banca comercial que se ha seguido en las dos últimas décadas en este país, en mi opinión la causa fundamental que explica por qué la banca está como está. Quizás sí puede haber un pequeño interés personal ante la sospecha que tengo por determinadas filtraciones respecto a la presión que se podría, subrayando bien la condicionalidad, ejercer sobre la red retail de clientes, el elemento más sagrado de cualquier entidad que presuma de querer hacer banca de verdad pero también el más manido y sobre el que espero no ver repetido lo ocurrido con la OPV de Bankia. No creo que haga falta recordar cómo se utilizó en la red algunos argumentos de venta de la entidad, su famosa promesa de un 7% de rentabilidad por dividendo, su “atractivo” descuento respecto a su valor en libros o la exención del pago de ciertas comisiones en función de la cantidad invertida. Ya les digo yo que más de uno habría preferido pagar 200€ en comisiones por sus tarjetas de crédito que haber acudido a una colocación de infausto recuerdo.

Siendo los clientes un tema sensible prefiero centrarme en los accionistas pues no le va a la zaga en sensibilidad teniendo en cuenta que los poseedores de hasta 1.000 acciones, que a valor de mercado son como máximo 1.200 eurillos, supone hablar del 55% de base accionarial del banco, una gran mayoría que sin embargo son los de perfil más modesto, dicho sea esto con todos los respetos. La cosa ya va cogiendo color. Imagínense que la ampliación se distribuye como la de Bankia, un 60% al tramo minorista. Eso supone 1.500 millones de euros. Si elevamos algo más el perfil de inversores por tenencia de acciones, haciendo números estamos hablando de una inversión media teórica de unos 10.000 € por cabeza. Pero claro, estos accionistas a los que se apelará su confianza no pueden estar muy contentos con la evolución de la acción en estos últimos meses, trimestres, años… y ya va para una década.